8 claves para educar sin agresividad
M.
J. P.B. MADRID
Ser
constantes con una serie de pautas desde
la más tierna infancia ayuda a prevenir conductas agresivas en los
niños. Y también saber reaccionar ante determinadas situaciones
cuando los pequeños se dejan llevar por sus impulsos y pegan a otros
o les pegan a ellos. Miquel Mena y Jorge Casesmeiro ofrecen estos
consejos a los padres:
—Los
niños hacen lo que ven. Por eso, los padres deben dar ejemplo
y no pegar ante sus provocaciones, frustaciones... Si los padres
pegan al niño, él incorporará estos gestos agresivos a sus
recursos de supervivencia.
—Formas
de reprimir su conducta agresiva: hacerles entender que causan
daño. Para ello podemos utilizar como recursos muecas de dolor o
enfado. También la técnica de «tiempo fuera» funciona,
castigando al niño en un rincón durante tantos minutos como años
de edad tenga. Otra manera es identificar conductas positivas que le
aporten los mismos resultados que las agresivas y reforzarlas
mediante recompensas.
—Cuando
pegan a nuestro hijo en el parque, en el patio del colegio, en
clase... tampoco hay que ceder. Es decir, si otro niño pega al
nuestro porque quiere su juguete o su columpio, no hay que
concedérselo. Si lo hacemos estamos enviando a los dos niños el
mensaje de que pegando consiguen lo que quieren. Hay que hablar con
los padres de ese niño, y según su receptividad y reacción,
reprimir al que ha pegado primero.
Nunca
responder que devuelva la agresión o que aprenda a defenderse,
pues es abandonarle a la ley del más fuerte e incitarle a la
violencia.
—Si
dos niños se pelean deben ser separados inmediatamente, con
firmeza y determinación, pero sin brusquedad. Hay que buscar el
origen de ese conflicto.
La
presencia de un adulto marca límites. Lo ideal es que los
padres ayuden a los niños a comunicarse, que medien para que sean
los niños quienes resuelvan el conflicto. Siempre con imparcialidad.
Si una de las partes tiene razón hay que dársela. Hay que buscar
soluciones justas, pero no culpabilidad ni humillar al otro.
Antes
de poner límites al hijo de otro, se debe intentar hablar con
los padres, abuelos o cuidadores. De todas formas, siempre podemos
separar, impedir una nueva agresión o decir «esto no».
—Cuando
es nuestro hijo el que ha pegado de forma accidental o
intencionada es necesario disculparse. Es un aprendizaje que puede
empezar desde muy temprana edad. El agredido debe ser atendido, pero
cuidado con reforzar en él una imagen de vulnerabilidad que le lleve
a identificarse con el papel de víctima.
—Las
peleas entre hermanos forman parte de un ritual de crecimiento y
de exploración de las propias fuerzas y límites, es también una
rivalidad natural por el espacio vital, por el reconocimiento de los
padres... Los hermanos se pelean con una «agresividad controlada».
No obstante, hay que reaccionar: separar, buscar causas, mostrar
consecuencias y tender puentes.
Debemos
intentar ser equitativos tanto en reprimendas como en elogios,
escuchar a ambas partes y otorgar mayor credicbilidad a la parte que
se lo merezca. Los celos suelen ser uno de los motivos principales de
las peleas entre familiares. Téngalo en cuenta.
—Los
profesores y otros adultos del entorno del niño también pueden
intervenir conjuntamente con los padres para corregir estos actos
agresivos, consensuando actuaciones y averiguando cómo reacciona,
según la opinión de Miquel Mena. Casesmeiro, por su parte, cree que
«si nuestro hijo está involucrado en una pelea, no debemos delegar
en otros adultos la resolución. Si intervenimos, hagámoslo de
manera que nuestra participación aporte serenidad y madurez, que sea
colaboradora y un modelo a seguir para los niños y para los otros
adultos».